Hoy 14 de septiembre se celebra la Festividad de la Santa Cruz, en la que se conmemora la recuperación en el año 614 por parte del Emperador Heraclio de la Verdadera Cruz de Nuestro Señor, que había sido arrebatada por los persas y que devolvió solemnemente a Jerusalem tras vencer al Emperador Cosroes II. El Emperador de Constantinopla iba ricamente vestido y enjoyado para la Procesión, pero cuando intentó entrar por las puertas de la Ciudad más Santa se encontró con que no pudo avanzar. El Patriarca le dijo que si quería llevar la Cruz a cuestas debía hacerlo como lo hizo el Hijo de Dios y Heraclio se despojó de coronas, joyas y ricas telas, se vistió de saco y pudo entonces entrar con Ella en Sión. De este relato pueden sacarse múltiples lecturas desde el punto de vista de la Escritura hasta la vida cotidiana y de piedad. Desnudos nacemos, desnudos morimos y de poco sirven los bienes materiales que podamos atesorar en esta vida. Nuestro Señor se hizo pobre por nosotros, padeció cruelmente y murió obediente por nosotros en esa Cruz, que es el centro de la Historia de la Salvación y la antesala de la Gloriosa Resurrección. Los cristianos nos distinguimos por la Señal de la Cruz, intentemos hacerla con pausa y reverencia, recordando las Cinco Llagas Benditas por las que manó la Preciosísima Sangre de Cristo para salvarnos.
Pero a los pies de la Cruz, junto a la Cruz, detrás de la Cruz está siempre María Santísima, que no abandonó a Su Divino Hijo en la hora más aciaga. Desnudo lo vio nacer en un pobre pesebre, desnudo lo vio morir en un leño. Si Eva trajo el pecado al Mundo, María trajo la Salvación, si de un árbol vino la condena a la humanidad, de otro vino la Redención prometida por el Padre Eterno. Así pues es hermosísima esta devoción a María Santísima que recordaremos mañana, siempre tras la Cruz Salvadora de Su Hijo. Así lo quiso el Papa español Calisto III en 1457, y reconfirmada por la especial devoción de Pío VII y de San Pío X.
Qué bueno sería este sábado recordar los Siete Dolores ante María Santísima de Gracia Coronada: la Profecía de Simeón, la Huida a Egipto, el Niño perdido y hallado en el Templo, el Encuentro en la Vía Sacra, la Crucifixión y Muerte, el Descendimiento y la Deposición en el Sepulcro. Junto a ello podemos rezar el Stábat Mater, himno bellísimo a Nuestra Señora y lleno de perlas para la meditación.
Os ofrecemos la preciosa versión original latina y la traducción oficial vaticana a dos columnas para que podáis ver mejor la belleza del texto de San Buenaventura:
1 | Stabat Mater dolorosa Juxta crucem lacrymosa, Dum pendebat Filius. | Dolida estaba la Madre llorando junto a la cruz mientras el Hijo colgaba. |
2 | Cujus animam gementem, Contristatam et dolentem, Pertransivit gladius. | Y a su alma, que gemía, contristada y dolorida una espada atravesó. |
3 | O quam tristis et afflicta Fuit illa benedicta Mater Unigeniti! | ¡Oh qué triste y afligida estuvo aquella bendita Madre del Unigénito!. |
4 | Quae moerebat et dolebat, Pia Mater, dum videbat Nati poenas incliti. | Dolorosa y triste estaba la piadosa Madre, mientras veía los tormentos de su ilustre Hijo. |
5 | Quis est homo, qui non fleret, Matrem Christi si videret In tanto supplicio? | ¿Qué hombre no lloraría, viendo a la Madre de Cristo en semejante suplicio? |
6 | Quis non posset contristari, Christi Matrem contemplari Dolentem cum Filio? | ¿Quién no apenarse podría, al ver de Cristo a la Madre padeciendo con su hijo? |
7 | Pro peccatis suae gentis Vidit Jesum in tormentis, Et flagellis subditum. | A causa de los pecados de su pueblo ha visto a Jesús en el tormento, y sometido al flagelo. |
8 | Vidit suum dulcem natum Moriendo desolatum Dum emisit spiritum | Ha visto a su dulce Hijo muriendo abandonado, exhalando su último suspiro. |
9 | Eja Mater, fons amoris, Me sentire vim doloris Fac, ut tecum lugeam | ¡Ea, Madre, fontana del amor! Hazme sentir de tu dolor para que llore contigo. |
10 | Fac, ut ardeat cor meum In amando Christum Deum Ut sibi complaceam. | Haz arder mi corazón en amor a Cristo Dios para que así le complazca. |
11 | Sancta Mater, istud agas, Crucifixi fige plagas Cordi meo valide. | Santa Madre, haz también: que en mi corazón las llagas del Crucificado se graben. |
12 | Tui nati vulnerati, Tam dignati pro me pati, Poenas mecum divide. | De tu Hijo lacerado, que tanto se dignó sufrir por mí, comparte conmigo las penas. |
13 | Fac me tecum, pie, flere, Crucifixo condolere, Donec ego vixero. | Haz que yo contigo llore, y de Cristo me conduela, mientras mi vida durare. |
14 | Juxta crucem tecum stare, Et me tibi sociare In planctu desidero | Estar junto a ti cabe la cruz, participar de tu llanto: eso es lo que deseo. |
15
| Virgo virginum praeclara, Mihi jam non sis amara Fac me tecum plangere | Virgen de vírgenes, pura, no seas conmigo desabrida y haz que yo contigo llore. |
16 | Fac, ut portem Christi mortem, Passionis fac consortem, Et plagas recolere. | Hazme portar la muerte de Cristo, hazme de la pasión partícipe, y que venere sus llagas. |
17 | Fac me plagis vulnerari, Fac me cruce inebriari, Et cruore Filii. | Haz que sus heridas me laceren, haz que me embriaguen la cruz , y la sangre de tu Hijo. |
18 | Flammis ne urrar succensus Per Te, Virgo, sim defensus In die judicii. | Para no arder consumido por las llamas, véame por ti, ¡oh Virgen!, defendido en el día del Juicio. |
19 | Christe, cum sit hinc exire, Da per Matrem me venire Ad palmam victoriae. | ¡Oh Cristo! Cuando de aquí deba partir concédeme alcanzar - por medio de tu Madre - la palma de la victoria. |
20 | Quando corpus morietur, Fac, ut animae donetur Paradisi gloria. Amen. | Cuando se muera mi cuerpo, haz que sea entregada mi alma a la gloria del Paraíso. Amén. |
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