EXHORTACIÓN PASTORAL CON MOTIVO DE LA CORONACIÓN DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA, PATRONA DE MEMBRÍO
INDICE
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I: MARÍA, VIVENCIA DE FE
1.- María, mujer
creyente en su historia diaria
2.- María
vivió con fe los acontecimientos de su vida
CAPÍTULO II: SIGNIFICADO DE LA FE DE MARÍA
1.- San
Cipriano
2.- El Beato
Juan Pablo II
3.- El Documento
de Puebla (Méjico)
CAPÍTULO III: MARÍA, MODELO DE FE PARA LA IGLESIA
1.- El
Concilio Vaticano II
2.- El Beato
Juan Pablo II
CAPÍTULO IV: COMPROMISOS PARA EL CREYENTE
1.- El
cristiano ha de imitar las virtudes teologales de María
2.- El cristiano
ha de arraigarse y vivir en el misterio de Dios
3.- El
cristiano ha de renovar su fe
4.- El
cristiano ha de dar razón de su fe
5.- El diálogo
fe y cultura
6.- El
cristiano a de hacer la fe operante con la caridad
7.- La fe
implica un testimonio y un compromiso público
EPÍLOGO
1.- Acción de gracias e invocación
2.- Súplica a la Virgen María de Gracia
3.- Oración a Nuestra Señora de Gracia
y de Misericordia
PRESENTACIÓN
Esta
Exhortación Pastoral escrita por nuestro Obispo que, lector, tienes en tus
manos es la culminación de la primera fase de la Coronación Canónica de la
venerada imagen de Nuestra Señora de Gracia, Patrona de Membrio. Al hacerme
cargo, hace ya algo más de un año y medio de la Parroquia pude constatar
personalmente lo que mis predecesores en la cura de almas me habían referido, cada
uno con sus propias vivencias: la profundísima devoción que esta localidad
siente por su Celestial Medianera y la intensidad de la vida de piedad mariana,
que no es, sino reflejo, del amor que sienten por su Divino Hijo y de la
constancia en las Santas Virtudes Teologales de la Fe, la Esperanza y la
Caridad. Así pues, es de justicia nombrar a mis hermanos en el sacerdocio que
he conocido personalmente y que, antes de mi llegada a Membrio me prepararon
para este especialísimo encuentro con María Santísima de Gracia: Don Francisco
Neila, Don Nicolás Rivero, Don Javier Romero, Don Ángel David Martín y Don
Ángel Tejero, con quien tuve la fortuna de ser copárroco durante unos meses.
Imagino que todos aquéllos que los precedieron desde hace siglos fueron igualmente
testigos de esta singular y arraigadísima devoción, que transciende el propio
pueblo y se extiende por el Arciprestazgo, como bien pude colegir desde mi
llegada hace casi tres años a él.
No
se pueden separar los nombres de Membrio y de Nuestra Señora de Gracia, como no
puede separarse un hijo de su madre. Así lo vi y lo sentí desde mi toma de
posesión como Párroco. Poco a poco fue aflorando en mí una idea que llevé a la
oración y que consulté con Don Ángel Tejero en primer lugar: si la imagen de la
Patrona reúne todos los requisitos canónicos para poder ser coronada, ¿por qué
no poner en marcha el mayor reconocimiento que la Santa Madre Iglesia puede dar
a una imagen? Y así comenzó todo, y continuó exponiéndoselo a las mayordomas,
al consejo parroquial, a las personas más cercanas… y la noticia, la idea, la
locura se fue extendiendo por Membrio llenando de alegría a sus habitantes.
Hubo que explicar bien qué era eso de la Coronación Canónica, ese especialísimo
y singular privilegio del que gozan contadísimas imágenes en nuestra Diócesis.
Expuse a nuestro Obispo Don Francisco el barrunto, que ya era un proyecto, y lo
vio con buenos ojos. Comenzamos pues la creación de la Comisión pro Coronación
Canónica y el 15 de agosto de 2012, Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora
y Función Principal de la Virgen Santísima de Gracia, tuve el honor de
solicitar en el marco de la Santa Misa a Don Francisco, en nombre de los dos
copárrocos como representantes de todo el pueblo, que tuviera a bien acoger la
formal petición para coronar canónicamente, si ello era conveniente, la imagen
de Santa María de Gracia. No hacía tan siquiera un año que era párroco y ya
estábamos solicitando con entusiasmo, dentro de un templo abarrotado en el que
amor a María Santísima podía respirarse, la Coronación Canónica de Nuestra
Patrona.
El
22 de enero Don Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres, emanaba el
Decreto de Coronación Canónica. Si suele decirse que los tiempos de la Iglesia
y de las curias son dilatados, en este caso y por los especialísimos
condicionantes que se dan, la velocidad ha sido prácticamente inédita. El
propio Don Francisco, como puede verse en esta Exhortación Pastoral que,
lector, tienes entre tus manos, ha hecho en más de una ocasión pública su devoción
hacia nuestra Patrona y aquel 15 de agosto del año pasado pudo ver un verdadero
milagro: un pueblo entero arropando a su Patrona, María Santísima derramando su
amor sobre sus hijos a través de la unión de todos ellos, devotos de las
localidades vecinas venerando a la Madre de Dios. Eso, no nos engañemos, es hoy
en día, un verdadero milagro.
El
reconocimiento se enmarca dentro del Año de la Fe al que el todavía Papa
Benedicto XVI nos ha convocado, y dentro de ella se está viviendo con
intensidad. Pero como es sabido la Fe sin obras es cosa muerta, así se están
creando dos coronas, la que adornará la imagen de Santa María de Gracia y la
Obra Pía que quedará en el pueblo como muestra de la Caridad. Junto a estas dos
virtudes, la Esperanza de saber que estamos haciendo algo bueno a los ojos de
Dios, siendo conscientes de que María Santísima ya fue coronada como Reina y
Emperatriz de todo lo creado tras su gloriosa Asunción en Cuerpo y Alma a los
Cielos, como don especialísimo por ser Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa
y Templo del Espíritu Santo y que, como tal, nada necesita, pero esto es una
muestra que sus hijos quieren darle en prenda perpetua del profundo amor que le
profesan.
La
Coronación no es un hecho meramente festivo, es algo que está sirviendo para
profundizar en la comunión de nuestra Iglesia particular y crear lazos
indelebles. De justicia es agradecer a cuantas personas e instituciones están
colaborando en este hito singular, cuya sola mención llevaría varias páginas.
Agradezco al Señor Obispo todo su celo de Pastor en esta obra de Dios, que las
palabras que nos dirige en esta Exhortación Pastoral nos sirvan de provecho
para nuestras almas y de preparación para ese gran día, en el que nuestra
Celestial Intercesora será coronada canónicamente como Madre de Gracia y
Misericordia, bellísimo Título tomado de una de las más antiguas oraciones
marianas que rezamos diariamente al finalizar cada uno de los Misterios del
Santo Rosario.
Que
María Santísima nos colme de Gracia y Misericordia, interceda por nosotros ante
Dios, nuestro Señor, y nos muestre el camino que lleva a la Gloria.
Con mi paternal bendición,
En
Membrio, a 13 de febrero de 2013, Miércoles de Ceniza.
Miguel Ángel Álvarez Holgado,
Párroco de Nuestra
Señora de Gracia de Membrio.
INTRODUCCIÓN
Esta nueva Carta Pastoral, que tiene como protagonista, en este Año de
la Fe, a la Virgen María, que el Papa
Benedicto XVI nos recuerda que, como peregrina de la fe, es modelo para todos
los creyentes. Después de consultar a todo el pueblo de Dios que camina en
Membrio, los párrocos y con ellos toda la Diócesis, han visto oportuno en este
Año de la Fe proponer a la Virgen de Gracia de Membrio, como aquella mujer “que
creyó que para Dios nada hay imposible” (Lc1,7) y que se abrió totalmente al
plan de Dios como “llena de gracia”, para ser coronada canónicamente como
“Madre de Gracia y Misericordia”.
Al dirigirme a toda la Diócesis, pero especialmente a Membrio y a todos
los pueblos de alrededor que se han sentido atraídos por esta devoción, que
tiene ya su historia y que vive en la memoria de los cristianos de esas tierras,
deseo especialmente y pido al Señor que
nos conceda esta gracia, que esta coronación canónica dé abundantes frutos en los tiempos recios
que vivimos, donde la figura de la Madre sigue acogiendo a sus hijos
“peregrinos de la fe”.
1.
El primer objetivo sería profundizar en el hecho de nuestra fe con nuestra
Señora de Gracia.
Esta
coronación debe ser preparada, debe ser sobre todo interiorizada por todos. Que
nos lleve a profundizar en las verdades esenciales de nuestra fe. La Virgen que
tuvo una relación única con la Santísima Trinidad nos tiene que llevar a vivir
como hijos del Padre en comunión con Cristo nuestro hermano, nuestro Redentor y
con una vivencia y relación estrecha con el Espíritu Santo para que seamos
testigos del Amor de Cristo en el mundo.
2.
Debe dar como fruto una parroquia renovada con la Nueva Evangelización.
Ante
la situación que vivimos de indiferencia no podemos quedarnos cruzados de
brazos y menos aún en lamentaciones estériles. Es la hora de la nueva
evangelización. De salir a las calles, a los lugares públicos y confesar
nuestra fe sin complejos, sin rutinas, sin fanatismos. El nuevo ardor del que
hablaba Juan Pablo II para llevar a cabo la Nueva Evangelización sólo se
realiza con una profunda unión con Cristo “que nació de Santa María Virgen” y
que nos quiere hacer portadores de la Buena Noticia en estos tiempos nada
fáciles que nos ha tocado vivir.
3.
Esta Coronación en el Año de la Fe con el fondo de nuestro Plan Pastoral:
“Transmitamos la Fe, viviendo la Caridad” nos debe llevar a tener gestos y
más que gestos al servicio de los
empobrecidos donde vivimos. La coronación
de una Madre es servicio a sus hijos
pobres y necesitados. No podemos olvidarnos de aquellos que la Virgen de Gracia
lleva en el Corazón y que son sus hijos más pobres. No hacer nada por ellos sería
no hacer nada por la Virgen.
En la Coronación canónica que la Iglesia Diocesana ha alentado siempre y
ha querido resaltar una obra social de caridad al servicio de los más
necesitados, siempre se insiste en que esa obra se realice en el pueblo donde es
Coronada la patrona, porque sería una memoria permanente que recordase al Coronar a la Madre su
predilección por sus hijos más necesitados y sufrientes. Deseo ser como un
recordatorio permanente de que todo el pueblo de Dios que camina en Membrio y unido
a la “peregrina de la fe” vive con gozo su devoción mariana bajo la bellísima advocación
de “Gracia” y Misericordia de generación en generación. Cada año cuando se
celebre el aniversario de su Coronación
que realmente nos tomemos muy en serio que sólo se puede transmitir la fe,
viviendo la caridad. El Papa nos recuerda que una fe sin caridad le faltará la
prueba de la autenticidad de esa fe, pero un deseo de vivir la caridad sin una
experiencia de fe, acabaría relegándose a lo insostenible, al baúl de los
recuerdos.
Al vivir con gozo y alegría la Coronación canónica de la Virgen de
Gracia de Membrio, recordamos los tres
motivos claves que la Iglesia nos recuerda para que verdaderamente dé el fruto
esperado en este Año de la Fe:
- Una preparación cuidada esmeradamente con actos, celebraciones, oraciones, todo lo que lleve a que el pueblo de Dios, la familia de los cristianos, al celebrar el 50 aniversario del Concilio Vaticano II pongamos a la Virgen María en el lugar que debe ocupar en nuestra vida como creyente y Madre de Dios y Madre nuestra.
- La celebración de la Coronación que debe ser también cuidada y sobre todo austera en la línea del Evangelio. Sencillamente como le gustaría a la Madre que tiene a tantos hijos suyos viviendo en dramas de inmensa pobreza. La austeridad no está reñida con el buen gusto y el cuidar todo con mucho afecto.
- El fruto de la Coronación que debe dejar un pueblo unido, lleno de fe y caridad, donde los sufrientes sean “los importantes del Reino”. Preparar la obra social que dejará permanente recuerdo de la Coronación.
Invito a
participar a todos, a los niños, a los jóvenes, a los matrimonios, a las
familias, a la vida consagrada, a los mayores, a todos a esta fiesta grande de
los que aman a la Virgen de Gracia.
Membrio y todos los devotos deben comenzar ya la fiesta de coronar a una
mujer que ya está por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo “coronada de
estrellas” y que el pueblo cristiano en el rosario reza una y otra vez “María
Madre de gracia y Madre de Misericordia” líbranos del enemigo y ampáranos ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén.
María, ¡feliz la que ha creído!
“Madre
de los creyentes, que siempre fuiste fiel,
Danos
tu confianza, danos tu fe”.
Queridos hermanos sacerdotes,
D. Ángel Tejero y D. Miguel Ángel Álvarez,
queridas Mayordomas de la Cofradía de la Stma. Virgen, Santa María de
Gracia,
queridos hermanos y hermanas de Membrio, de los pueblos de alrededor y
de toda la Diócesis:
En este Año de la Fe al que
el Santo Padre Benedicto XVI ha convocado a la Iglesia y, por lo tanto, a todos
nosotros, celebramos un acontecimiento
muy importante y significativo para todos y, de manera especial, para
todos vosotros, queridos hijos e hijas de Membrio: la Coronación canónica de la
Imagen bendita de la Stma. Virgen María en su entrañable advocación de Nuestra
Señora de Gracia, titular de vuestra Parroquia a la que, desde niños habéis mirado con amor, en vuestra juventud
imploráis con confianza, en vuestra madurez
os habéis encomendado y en vuestra ancianidad habéis puesto vuestra
esperanza en Ella.
Con este motivo os ofrezco
esta Carta Pastoral en la que os invito
a contemplar a la Virgen Santísima,
nuestra Madre, como mujer creyente y madre de los creyentes y a imitarla en
esta virtud teologal tan importante. Bien sabéis que el Papa Benedicto XVI nos
invita este año a renovar con gozo nuestra fe, a vivirla con autenticidad, a
comunicarla a otros con el ardor del
Espíritu Santo y a testimoniarla por la caridad como dice el Plan Pastoral de nuestra Diócesis
para el presente año del Señor.
Acerquémonos con profundo amor a María que “peregrinó a lo largo de su
vida en la fe”. María es imagen y figura de la Iglesia que cree en Dios y que
promueve la fe en el mundo (cf. RM 13). María precede en cuanto creyente a la
comunidad eclesial. El Concilio Vaticano II afirma con claridad que “María es saludada como un miembro
sobreeminente y del todo singular de la Iglesia y como su tipo y modelo en la fe y en la caridad” (LG. 53).
CAPÍTULO PRIMERO: MARÍA, VIVENCIA DE FE
1.-
María, mujer creyente en su historia diaria
Digamos ya desde el inicio
de esta Carta Pastoral que María vivió su historia desde la fe. Una fe sencilla
y, a la vez, inmensa, colosal, profunda… Pero su fe no fue fácil, cómoda, ya
que estuvo envuelta, en repetidas ocasiones,
en sufrimientos, problemas, oscuridad…y fue puesta a prueba a lo largo
de su peregrinación por este mundo. María vivió su entera existencia en la
obediencia de la fe de tal modo que la gracia de Dios fue en ella tan potente
que María jamás desfalleció en su fe a lo largo de toda su vida. María fue la
celebrante de un misterio que sólo ella conocía y que ella vivió en presencia
de Dios en una aldea humilde y sencilla que se llamaba Nazaret. La fe de María
tuvo dos momentos culminantes en su
vida: el “fiat” -hágase en mí- de la Encarnación del Verbo y el “stabat” –estaba
de pie- junto a la Cruz de su Hijo Jesucristo. Entre esos dos momentos se
despliega toda su existencia vivida por ella en la obediencia de la fe. Toda la vida
de María está puesta bajo el signo de la fe y de la obediencia a Dios. En
efecto, “María avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión
con su Hijo hasta la Cruz” (LG 58).
La Virgen María caminó
hacia adelante y peregrinó por este mundo siempre como creyente y mantuvo
fielmente la unión con su Hijo Jesús hasta la cruz junto a la cual estuvo como
madre del que moría en ella. Toda la vida e historia de María están puestas
bajo el signo de la fe y de la obediencia a Dios. Por ello, os invito a seguir
y contemplar a María en las diversas etapas de su itinerario terreno. Veremos
que María pone siempre su confianza en Dios.
Contemplemos a la Stma.
Virgen María creyente y descubramos cómo
la fe de María es la fuerza integradora de su vida, de su existencia. La fe
convierte a María en la imagen de Sión que acoge con gozo y alegría al Mesías y
Salvador de la humanidad respondiendo de este modo a la iniciativa libre,
gratuita y benevolente de Dios.
Aprendamos de Ella a vivir
nuestra existencia a la luz de la fe. En nuestro tiempo no resulta fácil vivir
la fe por el clima de indiferencia religiosa, de secularismo…que nos rodea y
que deja sentir su influencia en no pocos cristianos. Necesitamos por ello
reafirmar nuestra fe, renovar nuestra fe, recuperar la alegría de ser
creyentes.
2.- María vivió con fe los acontecimientos
de su vida
A.-
En el misterio de la Anunciación del
Ángel
Recordemos las palabras del Concilio Vaticano II hablando de María en
este misterio: “María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha
Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón
y sin el impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual
esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio
de la redención con Él y bajo Él, por la gracia de Dios omnipotente” (LG 56).
Texto cristológico y mariológico de gran densidad y hondura teológicas,
que debemos meditar para conocer mejor
el misterio de la Encarnación del Verbo y la respuesta de la Stma. Virgen María
al anuncio del Ángel abrazando el misterio de la Encarnación redentora del verbo envuelta en los velos de
la fe, sin comprender del todo todas sus dimensiones. R. Guardini escribe en
este mismo sentido: “Lo que se pide a María es un paso a lo impenetrable; pura
fe. Bajo la guía de Dios, su esencia humana concreta debe atreverse a penetrar
en algo que es imposible a partir de presupuestos meramente naturales. Con eso
ella ha de hacer lo que en la historia de la Revelación siempre hubiera debido
hacer el pueblo llamado, pero raramente hizo: tener historia a partir de la
fe”. (R. Guardini: “La Madre del Señor”, Madrid 1960; 55-56).
María se muestra como la mujer creyente por excelencia en el misterio de
la anunciación. En efecto, María acogió la Palabra como Virgen oyente, en la
oscuridad de la fe. “El fiat”
–hágase- de María es obra de la gracia
divina recibida por María e implica una adhesión total y son condiciones al
misterio de la Encarnación del Verbo y a todas las realidades que este misterio
comportaba todavía envueltos en la oscuridad de la fe para la propia Virgen
María. María consiente a Dios y deja espacio para que Dios actúe y realice sus
designios, poniéndose a la entera y completa disposición de Dios. Y todo,
ciertamente, bajo el influjo de la
gracia divina, no sin ella.
Profundizando más en el misterio de la Encarnación, Pablo VI afirma que este misterio es la maravillosa conjunción de dos
“Sí”: el de Dios que decide por puro amor y misericordia el misterio de la
Encarnación y el de María que lo acepta con humildad. Por eso podemos decir que
el “SÍ” de María abrió las puertas al “SÍ” de Dios, a la Palabra salvadora” (cf.
Pablo VI, Marialis Cultus, n.6). Dando un paso más en nuestra reflexión,
podemos decir que al “SÍ” de Cristo: “he aquí que vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad” (Heb.10,7), corresponde
el “fiat” de María (Lc.1,38). Más aún el “fiat” de Maria al ángel corresponde
al “fiat” de la oración del Padrenuestro: “hágase tu voluntad” (Mt.6,10), y
podemos decir aún que el “fiat” de María tiene una cierta analogía con el
“fiat” de la creación.
María acepta y consiente al anuncio que Dios le dice a través del ángel. Y aunque no
comprenda del todo este anuncio, María
se entrega a Dios con una adhesión consciente y plena, amorosa y
confiada. María se confió a Dios y se abandonó en sus manos completamente,
manifestando “la obediencia de la fe” a Aquel que le hablaba a través de su
mensajero y prestando el “homenaje del entendimiento y de la voluntad”.
María, en el misterio de la Anunciación, “ha respondido con todo su "yo" humano, femenino y en esta
respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con "la gracia
de Dios que previene y socorre" y una disponibilidad perfecta a la acción
del Espíritu Santo, que perfecciona constantemente la fe por medio de sus
dones" (LG 56) (cf. RM 13).
María acoge la voluntad del Señor para
ella y se muestra como la humilde esclava del Señor para realizarla a lo largo
y ancho de su existencia: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra” (Lc.1,38). María no se reserva nada para ella. María no pone
condiciones a Dios. María se fió ilimitadamente de Dios. María se da toda
entera a Dios y se pone en sus manos. María se deja hacer, edificar y construir
por Dios en el corazón de su vida. María con su “hágase en mí según tu
palabra” no sólo no rechaza ni se opone
al mensaje divino que se le entrega,
sino que, iluminada, ayudada y sostenida por la gracia divina, lo acepta plenamente.
San Bernardo comenta este pasaje bíblico así: “responde sin demora, ¡oh
Virgen!, pronuncia la palabra que el infierno y el cielo y hasta el mismo Señor
están esperando de ti. ¡No vaciles! No lo dejes pasar…” (Hom.IV super Missus
est).
A la luz de la fe de María, que es modelo excelso para nosotros, podemos
decir que la fe es un abandonarse en las
manos de Dios aceptando su voluntad y haciendo de ella la guía de nuestra vida
y de nuestra existencia. ¡Cuánto tenemos que aprender todos de la Virgen
Santísima como creyente! Consentir a la voluntad de Dios, dejar que su voluntad
salvadora se cumpla en nosotros, acoger en nosotros la redención.
B.- En el misterio
de la Visitación a Santa Isabel
María, movida por la caridad, acude presurosa a casa de Isabel para
visitarla y ayudarla porque esperaba un hijo. María de Nazaret llega al umbral de la casa de Zacarías e Isabel.
Cuando entra, Isabel, al responder a su saludo y sintiendo saltar de gozo al
niño en su seno, “llena del Espíritu Santo”, a su vez saluda a María en alta
voz diciéndole: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”
(cf. Lc.1,40ss). Isabel descubre con
gozo el misterio de María: “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a
mí?” (Lc.1,43). María es llamada por su
prima “la Madre del Señor”. Más aún, Isabel proclama a María bienaventurada,
diciéndole: “feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor” (Lc.1,45). María es feliz porque ha creído lo que le
ha dicho el Ángel de parte del Señor. Las palabras que el ángel ha dicho a
María se han cumplido ya en ella: María es ya la Madre del Hijo de Dios según
la revelación del ángel (cf. Lc.1,35).
C.-
El Magnificat de María
María, llena de gozo y de alegría, canta el Magnificat a la gloria del
Dios salvador que cumple la promesa hecha al pueblo de Israel. Y la cumple en
ella y por ella. En María de realiza la profecía de Isaías: “He aquí que una
Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel,
Dios-con-nosotros” (Is. 7,14).
Ponemos de relieve en primer lugar la fe de María que se hace cántico y
alabanza a Dios. Recordemos unas palabras del Beato Juan Pablo II: “En el
Magnificat la Iglesia encuentra vencido de raíz el pecado del comienzo de la
historia terrena del hombre y de la mujer, el pecado de la incredulidad y de la
“poca fe” en Dios. Contra la “sospecha” que “el padre de la mentira” ha hecho
surgir en el corazón de Eva, la primera mujer, María, a la que la tradición
suele llamar “Nueva Eva”, y verdadera “madre de los vivientes”, proclama con
fuerza la verdad no ofuscada sobre Dios: el Dios santo y todopoderoso, que
desde el comienzo es la fuente de todo don, aquel que “ha hecho obras grandes”
(RM 37).
Hay una segunda realidad en el Magnificat de María que debemos presentar
también: “La Iglesia, acudiendo al corazón de María, a la profundidad de su fe,
expresada en las palabras del Magnificat, renueva cada vez mejor en sí la
conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre
Dios que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por
los pobres y los humildes, que, cantado en el Magnificat, se encuentra luego expresado
en las palabras y obras de Jesús” (RM 37). Ya antes Pablo VI manifestó que la
mujer de nuestros días “comprobará con gozosa sorpresa que María de Nazaret,
aún habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue algo del todo distinto
de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante, antes bien fue
mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los
oprimidas y derriba sus tronos a los poderosos del mundo (cf. Lc 1,
51-53)” (Marialis Cultus 37).
D.- En el nacimiento de su Hijo Jesús en la
gruta de Belén
María se encamina con José, su esposo,
a Belén porque el Cesar Augusto ha determinado hacer un censo mundial.
No debió ser placentero ni agradable el viaje porque María estaba esperando el
nacimiento de su hijo Jesús. Llegados a Belén, no encuentran sitio en la posada
y tuvieron que refugiarse en una cueva, en las afueras de la ciudad. Y allí nació Jesús (Lc.2,6-7). El Hijo de
Dios entra en el mundo por la trasera del mundo. ¡Qué misterio tan grande de
pobreza se encierra ya en este acontecimiento de la vida de Jesús! Un día San Pablo dirá de Jesús: “siendo rico
se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (IICort.8,6).
Y María mantuvo y conservó su fe ante esta nueva situación. Su Hijo, el
Hijo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo en sus entrañas
virginales, nace en lo más pobre del mundo…San Pablo dice: “Jesús, siendo
de condición divina no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo, tomando la condición de
siervo, haciéndose semejante a los hombres…” (Fil,2,6-7).
María lo acoge con profundo amor, lo arropa en su regazo maternal y lo
cuida con inefable amor de madre…Dios ha escogido lo más pobre y humilde del
mundo para hacerse presente entre nosotros. Así lo podemos encontrar todos los
seres humanos.
María no se queda en lo externo. María se adentra en el misterio que
está ante sus ojos: el Hijo de sus entrañas concebido por obra del Espíritu
Santo es el Hijo de Dios. Se siente y se ve desbordada por este misterio, pero
no desespera ni protesta. San Lucas dice: “María guardaba todas estas cosas, y
las meditaba en su corazón” (Lc.2,19). ¡Qué maravilla!
E.-
En la presentación del Niño Jesús en el Templo
María y José suben al Templo de Jerusalén. Cuarenta días después del
nacimiento de Jesús, según prescribe la Ley de Moisés, “llevaron al Niño a
Jerusalén para presentarlo al Señor” (Lc.2,22). Simeón tomó al Niño en sus
brazos y, vuelto al Señor, le dice:
“Porque mis ojos han visto tu salvación…” (Lc.2,30-32). El mismo Simeón se
dirige a María y le dice unas palabras que rompen su corazón de Madre: “Este
Niño está puesto para caída y salvación de muchos en Israel, y para ser señal
de contradicción (…) Y a ti misma una espada te atravesará el alma”
(Lc.2,34-35). Al anuncio del Ángel sucede ahora el anuncio que Simeón hace a María. Es como un segundo anuncio que manifiesta
cómo su Hijo Jesús realizará la misión que le ha confiado su Padre: en la
incomprensión, el sufrimiento y el dolor…
María obedece una vez más. María confía de nuevo en el Señor, aunque no
controle su futuro. María acepta este anuncio y se adentra ya desde ahora por
los senderos de dolor y de sufrimiento que ha de recorrer su Hijo por la
salvación de la entera humanidad. María vive su fe en la oscuridad pero
permanece fiel al Señor siempre y en todo momento. María está al lado del
Siervo de Yahvé consufriendo con él. ¡Dichosa Tú que has creído!
F.-
En la vida oculta de Nazaret
Acerquémonos a Nazaret. Una aldea pequeña, pobre…En una casa humilde
habita la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Viven como los demás, pero no
son como los demás. Los días pasan despacio, sin prisas, se deslizan
suavemente…El Niño iba creciendo en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y
de los hombres. ¡Cuántas veces lo tendría en su regazo María, como madre buena!
¡Cuántas veces lo mirarían María y José con ojos de amor y de fe! Estaban
viviendo y trabajando ante el misterio del Hijo de Dios hecho hombre… María
sabe que aquel niño, que es su hijo, a quien le han puesto el nombre de Jesús
ha sido llamado por el ángel “Hijo del Altísimo” (cf. Lc.1,32). María sabe que
el Hijo concebido y dado a luz virginalmente es aquel “Santo”, el “Hijo de
Dios” del que le ha hablado el Ángel de Dios. Ese Niño es suyo pero no le
pertenece totalmente. En última instancia y, en lo más profundo de su ser,
Jesús es el Hijo de Dios. Por eso María
está constante y diariamente en presencia y en contacto con el misterio inefable
e insondable de Dios que se ha hecho hombre, semejante en todo a nosotros menos
en el pecado (Heb.2,17; 4,15; cf. Fil.2,6-11).. Este misterio los desborda y
supera…María acoge en la fe y en el amor, en la obediencia y en la entrega, a
su Hijo que “vivía sujeto a ellos”
(Lc.2,51) y que era considerado por las gentes como “el hijo del carpintero”
(Mt.13,55). ¡Es un misterio de la gracia que nos sobrecoge y nos deja atónitos y sin palabras! ¡Es un
misterio del amor de Dios para todos!
María no desespera ni pierde la paz. María no protesta ni grita. María
consiente a Dios aunque no comprenda del todo lo que vive. María avanza en la
peregrinación de la fe y permanece fiel
a Dios y obediente a sus designios, aunque no los domine ni controle.
G.-
Jesús en el Templo de Jerusalén, entre los maestros
María se muestra también como mujer creyente en el Templo de Jerusalén.
Cuando Maria escucha de labios de su querido Hijo Jesús aquellas palabras: “¿No
sabíais que tengo que estar en las cosas de mi Padre?”, María no entiende del
todo las palabras de su Hijo…Pero no protesta ni se rebela. Acoge esas palabras
de su Hijo, las guarda en su corazón y las medita en silencio meditativo: María
“conservaba cuidadosamente todas las
cosas en su corazón” (Lc.2,51) y las meditaba. La fe de María es una fe dramática y compleja pues se mueve en la
oscuridad del misterio que no domina. María es la mujer contemplativa en el
corazón del mundo…”No se honra a María si no se sabe reconocer enteramente su
fe oscura y heroica y tanto en la prueba de la no comprensión como en la
totalidad de la donación” (G. Philips, “La Iglesia y su misterio en el Concilio
Vaticano II”, T. IIº”, Herder, 1969, p.314).
Aprendamos de María a descubrir los caminos y designios de Dios en lo
concreto de nuestra vida y a identificarnos con ellos, aunque no los
comprendamos del todo… María, como Abraham, ha ido dando los pasos necesarios
que Dios le mostraba para llegar a la tierra de promisión, a la consumación
final en el Reino de los cielos. Y ha llegado al final. Ha llegado a la consumación
plena y total. María está en el misterio de Dios.
H.- En Caná de Galilea
Se celebran unas bodas en
Caná. Es un día de fiesta y de alegría. Entre los invitados están Jesús, María
y sus discípulos. En el banquete ocurre algo inesperado. Falta el vino. María,
movida a misericordia, se da cuenta de ello, y acude a su Hijo para exponerle
esa necesidad: “¡Hijo! No tienen vino”. María es la “virgen orante y
suplicante”. Ha mirado a los ojos y al corazón misericordioso de su Hijo…Para
ella, es suficiente. Y dice a los que
servían la mesa: “Haced lo que Él os diga”. María está segura de que su hijo
Jesús hará algún signo o diría alguna
palabra que cambie la situación difícil y dolorosa que viven aquellos novios.
Como madre, conoce el corazón de su hijo que ha latido con el suyo.
¡Qué fe tan grande y qué
confianza tan inmensa! Y Jesús adelantó
su “hora”: realizó el milagro: convirtió
el agua en vino. María con su omnipotencia suplicante ayuda a los necesitados…”María
consiguió por su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías” (LG
58).
Podemos decir que la fe de
María ha salido de su intimidad, de su corazón
y se ha acercado a los necesitados, a los pobres….Ha asumido su
necesidad y las ha presentado a su Hijo. Con su omnipotencia suplicante ha
movido el corazón de su Hijo que ha adelantado “su hora” en favor de los
necesitados…
Digamos también que María
por su fe ha de integrar en su persona algo
no fácil para una madre sino complejo y difícil: un distanciamiento
progresivo de Jesús respecto de ella: Nazaret, vida pública, la cruz. Las
palabras de Jesús ponen de manifiesto esto. Veámoslo en dos textos bíblicos:
- “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?. Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio” (Lc.2,49-50).
- “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora?” (Jn.2,4).
I.- En la
vida pública de Jesús
“En el decurso de la
predicación de su Hijo recibió María las palabras con las que (cf. Lc.2,19.51),
elevando el Reino de Dios sobre los motivos y vínculos de la carne y de la
sangre, proclamó bienaventurados a los que oían y observaban la Palabra de Dios
como Ella lo hacía fielmente (cf. Mc.3,35; Lc.11,27-28) “ (LG 58).
Jesús declara que los que
escuchan la Palabra de Dios y la cumplen son más dichosos y felices que los que
están unidos a Él sólo por vínculos de carne y sangre. María es la mujer
bienaventurada por excelencia no sólo porque Ella es real y verdaderamente la
Madre del Verbo Encarnado, sino también porque Ella “concibió a su Hijo primero
en el corazón por la fe y después en sus entrañas virginales por obra del
Espíritu Santo” (San Agustín).
Podemos decir que la Virgen
Maria se entregó a los designios de Dios y se puso al servicio del Señor como
humilde servidora. En efecto, María
escuchó con profunda atención y amor la Palabra de Dios y la de su Hijo, la
acogió y meditó en el silencio de su alma y en la oscuridad del misterio,
superó la tentación de la incredulidad no exigiendo signos ni pruebas
extraordinarias….
J.- En el Calvario
“María avanzó en la
peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz,
en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. Jn.19,25), se condolió
vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su
sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la victima engendrada por
Ella misma y por fin fue dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús
moribundo en la cruz con estas palabras: ¡Mujer, he ahí a tu hijo!
(Jn.19,26-27)” (LG 58). María se mantiene fiel a Dios y a sus designios hasta la muerte de su Hijo en
la cruz. Podemos decir que el “fiat” que pronunció Maria en el anuncio de la
Encarnación se consuma ahora en la cruz. La profecía de Simeón se cumple en
María que estaba de pie al pie de la cruz de su Hijo.
Por medio de la fe, María está unida perfectamente a Cristo en la
cruz, en su abajamiento. “¡Cuán grande, cuán heroica en esos momentos la
obediencia de la fe demostrada por María ante los “insondables designios” de
Dios! ¡Cómo “se abandona” en Dios, sin reservas” RM 18). A los pies de la cruz
de su amado Hijo Jesús, María participa por medio de la fe en el desconcertante
misterio de este despojamiento.¡Quien está crucificado en la cruz es su Hijo!
“Estaba de pie la Madre dolorosa junto a la cruz llorando mientras pendía su
Hijo”. Es un misterio de amor y de obediencia de fe. Nos faltan palabras para
desentrañar este misterio! Se han cumplido las palabras que Simeón dijera a
María cuando presentó a su Hijo en el templo: “Y a ti misma una espada te
atravesará el alma”. “Es ésta tal vez la más profunda kenosis de la fe
en la historia de la humanidad. Por medio de la fe la Madre participa en la
muerte del Hijo, en su muerte redentora; pero a diferencia de la de los
discípulos que huían, era una fe mucho más iluminada” (RM 18).
Demos un paso más. Jesús,
cercano ya a la muerte, dice a su Madre: “Mujer, he ahí a tu hijo” (Jn.19,27).
Estas palabras “significan y expresan la
universal maternidad espiritual de María (…) María se ve invitada a ensanchar
los horizontes de su fe mucho más allá de la persona del Hijo moribundo (…) Su
corazón, en este mundo, es invitado a abrirse al mundo entero, con fe plena en
las palabras testamentarias del Hijo” (S. Cipriano: Creyente”; Nuevo
Diccionario de mariología; p.516).
K.- La fe de María y la evangelización
La Virgen María es la
primera mujer evangelizada y la primera mujer evangelizadora. En efecto,
recibió la Buena Noticia del Ángel (Lc. 1,26ss), y ella llevó esa Buena Noticia
a la casa de Isabel (Lc.1,39ss). María es “estrella de la evangelización”.
§ María llevó
la salvación y la alegría a casa de Isabel (Lc.1,29ss).
§ María ofreció a
los Magos a su propio Hijo (Mat.2,1ss).
§ María mostró a los sirvientes a Jesús en Caná de
Galilea (Jn.2,1ss).
María es la estrella de
nueva evangelización.
CAPÍTULO
SEGUNDO: SIGNIFICADO DE LA FE DE MARÍA
María está presente en la Iglesia
a través del espacio y del tiempo como la mujer que fue feliz porque creyó. Veamos ahora, en breve
síntesis, cómo fue su fe, cuáles fueron los rasgos más significativos de su fe.
Necesitamos conocerla porque María es modelo de creyente para todos nosotros,
creyentes del siglo XXI.
1.- San
Cipriano
Este Santo nos habla de la fe de María y
presenta las características de la misma:
- La fe de María fue una fe difícil. Su vida nos lo pone de manifiesto.
- La fe de María comienza siempre de nuevo (LG 58).
- La fe de María afecta a “todo su ser” de tal manera que su existir, incluso simplemente humano, y su obrar no serían comprensibles fuera de la fe. María nos enseña a encarnar la fe en la vida.
2.- El
beato Juan Pablo II
Recordemos
las palabras del beato Juan Pablo II:
§ Por su fe,
María se confió a Dios sin reservas y
“se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la
obra de su Hijo” (RM 15).
Confiemos en Dios, fiémonos de Él en todos
los momentos de nuestra vida. No estamos solos en este mundo. No somos frutos
de una evolución materialista y ciega.
Dios nos ha creado por amor a su imagen y semejanza y es el amigo de
todos. Dios se acuerda siempre del
hombre y no lo abandona en la cuneta de la historia. Dios nos conoce por
nuestro nombre y tiene puestos sus ojos
en cada uno. Podemos confiar en Él, podemos fiarnos de Él.
§ “A medida que
se esclarecía ante sus ojos y ante su espíritu la misión del Hijo, ella misma
como Madre se abría cada vez más a aquella
“novedad” de la maternidad que
debía constituir su “papel” junto al Hijo” (RM 20).
La fe debe llevarnos a identificarnos cada
día más con Jesucristo, a seguirlo de cerca con alegría y fidelidad y a
participar con gozo en la misión que nos ha confiado. Que se haga realidad en
nosotros aquellas hermosas palabras de san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo; es
Cristo quien vive en mí” (Gál.2,20).
§ “Por medio de
la fe, María seguía oyendo y meditando aquella palabra, en la que se hacía cada
vez más transparente, de un modo que excede todo conocimiento, la
autorrevelación del Dios viviente” (RM 20).
Aprendamos de María a escuchar la Palabra de Dios. Para ello hemos de
hacernos pobres desde dentro, hemos de dejar atrás y para siempre toda forma de
autosuficiencia y hemos de desprendernos
de todo orgullo. Quienes están
instalados en la soberbia no escuchan a nadie.
- “Si, como “llena de gracia”, María ha estado presente eternamente en el misterio de Cristo, por la fe se convertía en partícipe en toda la extensión de su itinerario terreno: “Avanzó en la peregrinación de la fe” y al mismo tiempo, de modo discreto, pero directo y eficaz, hacía presente a los hombres el misterio de Cristo”. Y sigue haciéndolo todavía” (RM 19).
Miremos a la Stma. Virgen María
con amor y devoción filial. Veremos que Ella es la fiel discípula de Jesucristo
a quien amó profundamente, escuchó con gozo sus palabras, las meditó en su
corazón, no lo abandonó nunca y estuvo junto a su cruz en el Calvario.
Aprendamos de María a ser fieles discípulos de Jesucristo, a no dejarlo nunca y
a permanecer siempre en su compañía. La Virgen nos da nuevo impulso para seguir
buscando y para responder a Dios que nos llama siempre.
3.- El
Documento de Puebla
(Méjico)
- “María es la creyente en quien resplandece la fe como don, apertura, respuesta y fidelidad. Es la perfecta discípula que se abre a la palabra y se deja penetrar por su dinamismo; cuando no la comprende y queda sorprendida, no la rechaza o relega; la medita y la guarda. Y cuando suena dura a sus oídos, persiste confiadamente en el diálogo de fe con el Dios que le habla; así en la escena del hallazgo de Jesús en el Templo y en Caná, cuando su Hijo rechaza inicialmente su súplica. Esta fe la impulsa a subir al Calvario y a asociarse a la cruz, como al único árbol de vida. Por su fe, es la Virgen fiel, en quien se cumple la bienaventuranza mayor: “feliz la que ha creído” (Lc.1,45) (n.2869).
- “La Virgen María ha participado de la experiencia humana de la oscuridad y del dolor, “avanzando en la peregrinación de la fe” (LG 58), constituyéndose así en modelo primordial de nuestra fe” (n. 1762). Podemos acercarnos a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, de manera especial en los momentos dolorosos de nuestra vida, cuando conozcamos la noche oscura del alma y cuando nos encontremos con la cruz. ¡Señor! Que cuando me llegue el dolor que yo sé que me llegará, que no se nuble la fe ni se me enturbie la fe.
1.- El
Concilio Vaticano
El Concilio Vaticano II
enseña:
- “La Madre de Dios es tipo de la Iglesia, como ya enseñaba San Ambrosio, a saber: en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (LG 63).
- “…La Iglesia es también virgen que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo e imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad” (LG 64).
2.- El Beato Juan Pablo II
En su magisterio pone en estrecha
relación la fe de María y la fe de la Iglesia. He aquí sus palabras: “esta fe
de María, que señala el comienzo de la nueva y eterna alianza de Dios con la
humanidad en Jesucristo, esta heroica fe suya “precede” el testimonio
apostólico de la Iglesia, escondida como un especial patrimonio de la revelación de Dios. Todos
aquellos que, a lo largo de las generaciones, aceptando el testimonio
apostólico de la Iglesia, participan de aquella misteriosa herencia, en cierto sentido participan de la fe de
María” (RM 27).
En este mismo párrafo y más adelante, el Papa Juan Pablo II insiste en
poner de manifiesto esta relación con estas palabras que insertamos aquí: “los
que a través de los siglos, de entre los pueblos y naciones de la tierra,
acogen con fe el Misterio de Cristo, Verbo Encarnado y Redentor del mundo, no
sólo se dirigen con veneración y recurren con confianza a María como a su
madre, sino que buscan en su fe el auxilio para la propia fe. Y precisamente
esta participación viva de la fe de
María decide su presencia esencial en la peregrinación de la Iglesia
como nuevo pueblo de Dios en la tierra” (RM 27).
CAPÍTULO
CUARTO: COMPROMISOS PARA EL CREYENTE
Acerquémonos a los textos litúrgicos de la Iglesia sobre la Virgen
María, de manera especial a las Misas dedicadas a la Stma. Virgen María.
Descubriremos en ellos a la Virgen María como “estrella luminosa” (Misa de la
Virgen (MV) 21 Prf.), que “ilumina con su vida humilde a toda la Iglesia” (MV
34 Prf.) para que esta se sienta estimulada en la “fiel imitación de las
virtudes de María” (MV. 32 Com.).
1.- El cristiano ha de imitar las virtudes
teologales de María
Entre las virtudes de la Stma. Virgen María que debemos imitar los
cristianos, aparecen ante todo las virtudes teologales.
María es “modelo de fe, esperanza y amor” (MV 46 Prf.); modelo de fe
gracias a la cual “nos abrió la puerta de la vida eterna” MV 46 Prf).
María es “modelo de amor sublime y humildad” (MV 26 Col.) que tiene que
imitar la Iglesia en su actitud de servicio, modelo e “imagen purísima de la
entrega” (MV 27 Prf), a la que está llamada la Iglesia y todos los creyentes.
Pablo VI afirma, por su parte, que “María, modelo de creyente, persevera ante nuestros ojos como mujer
que, por su fe y su caridad, hace un lugar a Dios en sí misma, en su corazón y
en su seno, “convirtiéndose así en verdadera Arca de la alianza y verdadero
templo de Dios” (MC 6).
- Miremos a María con fe y amor.
- Contemplemos a María, mujer de honda, sincera y humilde fe.
- Imitemos las virtudes teologales de María.
2.- El
cristiano ha de arraigarse y vivir en el
misterio de Dios
El cristiano ha de reconocer, contemplar y amar a Dios como Él se ha
manifestado a los hombres por medio de Jesucristo: “A Dios nadie lo ha visto,
el Hijo único que está en el seno del Padre nos lo ha contado” (Jn.1,18). Dios
se nos ha revelado y manifestado en su Hijo Jesús que es el como “el exegeta
del Padre”, el que desentraña el misterio inefable e insondable de Dios a los
hombres. Así lo dijo Jesús a Felipe: “¿Tanto tiempo estoy con vosotros, y no me conoces, Felipe? El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn.14,9).
El cristiano es aquel que refiere su persona, su vida y su existencia a
Dios percibido como realidad fundante y determinante de su ser y existir, como
manantial y fuente del sentido de su vida
y como su meta y regazo final.
Sólo quien adora a Dios como absoluto tiene la capacidad de no ceder a las diversas
esclavitudes de la vida....No se puede sustituir a Dios por cualquier ídolo
porque entonces se desencadenan
desengaños, crisis y frustraciones al esperar de las cosas lo que sólo
podemos esperar de Dios.
El hombre no es fruto del azar o de la casualidad, ni de la mera
evolución de la materia. Ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gn.1,26),
y lleva en sí mismo el sello del amor de Dios. San Agustín dijo: “soy amado,
luego existo”. En Dios estamos fundados hasta el punto de que “en Él vivimos,
nos movemos y existimos”. Sin Dios el hombre es nada como bien dijo el Concilio
Vaticano II: “la criatura sin el Creador se esfuma...Por el olvido de Dios, la
propia criatura queda oscurecida” (GS 36).
Digamos también que Dios no es rival de la felicidad del hombre, ya que
“el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana ya
que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. Cuando
falta ese fundamento divino, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas” (GS
21). El final del hombre no es la nada ni la aniquilación total. El hombre no
es una pasión inútil que no puede apoyarse en el pasado ni el futuro. Con San
Agustín decimos y proclamamos: “Señor, nos has hecho para Ti, e inquieto está
nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. El Señor Jesús, que murió en la cruz
y resucitó de entre los muertos, nos resucitará y nos llevará con Él, pues nos
ha preparado sitio en la casa de su Padre. Esperamos ser acogidos y recibidos
en las mansiones eternas. Por todo ello, podemos afirmar que Dios no ha dejado
solo al hombre ni lo ha abandonado en medio de sus frustraciones, desesperanzas
y pecados. Dios se acuerda siempre del hombre. Dios nunca se olvida del hombre.
En Dios está la alegría y la esperanza
del ser humano.
Dios está siempre al lado del hombre. Dios está a favor del hombre. Dios
no es el tirano que oprime al hombre por la violencia o el miedo que pudiera
infligirle. En Dios está la fuente y el manantial de donde nace su libertad.
Dios es el fundamento en el que se apoyan el ser y la esperanza del hombre y de
la mujer. Dios es el garante de la humanidad que anhela una plenitud que no
puede alcanzar ni lograr el ser humano con sus solas fuerzas. El hombre es llamado a la comunión con el
Misterio Trinitario. ¡Verdadero misterio! ¡Inmensa Buena Noticia para todos!
Dios no es celoso de la gloria del hombre ya que la “gloria de Dios es
que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios” (San
Ireneo). “Dios da sentido a toda la
vida, pero si se le elimina de la historia todo pasa a ser provisional... Sólo
Dios da respuesta cabal a las aspiraciones profundas del hombre” (Conferencia
Episcopal Española: “La Verdad os hará libres”, nn. 28 y 35”).
El Santo Padre Benedicto XVI
dispuesto siempre a dar respuesta desde la fe a los problemas e inquietudes de
los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo afirma: “Seguid proclamando sin
desánimo que prescindir de Dios, actuar como si no existiera, o relegar la fe
al ámbito meramente privado, socava la verdad del hombre e hipoteca el futuro
de la cultura y de la sociedad. Por el contrario, dirigir la mirada al Dios
vivo, garante de nuestra libertad y de la verdad, es una premisa para llegar a
una humanidad nueva. Sólo cuando el hombre sale del narcisismo, puede asomarse
a la realidad de Dios, contemplar su grandeza y cantar sus maravillas”.
Ser cristiano nos exige tomar
conciencia de que Dios nos ama y de que nosotros hemos de amar a los demás. Por
eso, no digamos: “ni Dios solo, ni el hombre solo; sino Dios y el hombre”; no
digamos: “Dios o el hombre; el hombre o Dios; sino Dios con el hombre, y el
hombre con Dios”.
¡Queridos
cofrades! Os ruego que, con respeto y valentía, confeséis abiertamente vuestra
fe en Dios, penséis en Dios, explicitéis los fundamentos religiosos, afiancéis
nuevamente vuestras convicciones, acompañéis a los hombres en el camino hacia
la fe. Estad cerca de todos aquellos que buscan el sentido de sus vidas.
Contribuid cada uno, según el carisma que hayáis recibido del Espíritu Santo en
la vida y en la realización de la misión
de la Iglesia. Mostrad con el testimonio de vuestras vidas en la nueva
situación histórica a Dios.
¡Queridos hermanos y hermanas! A los cristianos nos corresponde:
§ Romper el
techo de una cultura marcada radicalmente por la inmanencia, que prescinde de
preguntas y búsquedas ulteriores. La apertura a la trascendencia es
constitutivo interno de la comprensión y realización diaria del hombre.
§ Mostrar cómo
la pretensión de un cierto humanismo de exigir la negación de Dios para la
afirmación plena del hombre es infundada y perjudicial para el mismo hombre.
§ Cultivar los
signos y las referencias al Misterio trascendente.
§ Pensar y
re-pensar desde el reconocimiento de Dios todo el campo de la vida humana y
profesar con gratitud la fe en Dios son tareas de todos los cristianos; también de los Hermanos y Cofrades.
§ Situarnos bajo
la mirada de Dios y en relación con Él. Sólo así podremos mirar el pasado con
gratitud, vivir el presente con pasión y abrirnos al futuro con esperanza (Juan
Pablo II). Gratitud, pasión y esperanza frente a lo que podría ser
indiferencia, tibieza o temor. No echemos en saco roto la gracia de Dios que
nos es dada.
Es verdad que en nuestra existencia encontramos con frecuencia la cruz del dolor, de la enfermedad, del
fracaso, de la marginación, de la persecución...En estas circunstancias, el
cristiano no ha de desesperarse, sino
que, como el orante del Antiguo Testamento, ha de rezar el salmo del pastor:
“aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú vas conmigo; tu vara y
tu cayado me sosiegan”. (Sal. 22).
3.- El cristiano ha de renovar su fe
María nos invita a renovar
nuestra fe en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. La fe cristiana implica
creer en el Señor y creer al Señor, adhiriéndonos enteramente a Él con
confianza y amor. Por la fe entramos en la intimidad de Dios.
El Concilio Vaticano
II enseña en qué consiste la fe con
estas palabras que ofrecemos a continuación: “Cuando Dios revela hay que
prestarle la obediencia de la fe (Rm.16,26; Rm 1,5; 2Cor 10,5-6), por la que el
hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el
homenaje del entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo voluntariamente a la
revelación hecha por Él.
Para profesar esta fe es
necesaria la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del
Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos
de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad. Y para
que la inteligencia de la revelación sea más profunda el mismo Espíritu Santo
perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones” (DV 5).
Renovemos nuestra fe,
reconstruyamos los fundamentos de nuestra fe, vivamos en coherencia con nuestra
fe, recuperemos el gozo de ser creyentes, hagamos realidad nuestro compromiso
de transmitir la fe a quienes no creen o la han perdido o se han alejado de
ella..
Reafirmemos la identidad
del cristiano en medio de oscuridades, ambigüedades, dudas…recordemos que para
ser cristianos debemos creer -el
credo-, debemos aprender el modo de
vivir cristiano –la moral cristiana- debemos rezar como cristianos –el
padrenuestro- y debemos participar en
los sacramentos y en la liturgia de la Iglesia.
4.- El
cristiano ha de dar razón de su fe
Estemos siempre dispuestos
a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza a quien nos la pida (cf.
IPedr. 3,15). En nuestros días no es suficiente decir; “yo soy cristiano por
tradición, porque de este modo me educaron mis padres, porque así me enseñaron en la parroquia”…Hoy se nos pide
a los cristianos formar nuestra fe de tal modo que podamos dar razón de ella y
explicar a quien nos lo pida las razones por las cuales somos cristianos,
perseveramos en la fe, celebramos la fe, vivimos la fe, testimoniamos la fe y transmitimos la fe…
Os invito una vez más a que
participéis en las Escuelas de formación
que tenemos en la Diócesis:
- La Escuela de teología para seglares.
- La Escuela de catequistas.
- La Escuela de doctrina social de la Iglesia.
- La Escuela de espiritualidad.
- La escuela de Liturgia.
Os pido que participéis en
aquellas actividades formativas que organizan las parroquias y arciprestazgos de
la Diócesis que tienen como finalidad principal la formación de los cristianos.
Os ruego que participéis en
las catequesis organizadas por las Parroquias para quienes van a recibir los
sacramentos:
- Cursillo para los Padres y Padrinos antes del bautismo de un hijo.
- Cursillo para los Novios antes de su matrimonio.
- Charlas cristianas ofrecidas en Adviento y en Cuaresma por las Parroquias.
- Itinerarios de formación cristiana impartidas en la Acción Católica.
Finalmente invito una vez
más a los adolescentes y jóvenes a que participéis con interés, responsabilidad
y gozo en las catequesis preparatorias para recibir los sacramentos de la
Confesión, de la Confirmación y de la Eucaristía, que es la cima de la
Iniciación Cristiana.…El Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana así lo manifiesta.
Espero que todos los
sacerdotes sigáis intensificando las catequesis de adultos, las conferencias
cuaresmales, las charlas espirituales en Adviento; y allí donde no se ofrezcan, ponedlas en marcha en
los tiempos litúrgicos de Adviento, de Cuaresma, de Pascua…
En este Año de la Fe, el
Santo Padre Benedicto XVI nos ha
invitado a explicar los
documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, que
pueden servir de tema de estudio, reflexión, explicación, oración en estas
reuniones de formación.
Renovad la catequesis de
niños, jóvenes y adultos porque
alimenta, cuida y acompaña el crecimiento de la fe del cristiano. En efecto, la catequesis es
una actividad de la Iglesia que atiende de manera principal a las raíces del
cristiano, a los fundamentos del hombre
creyente. No la descuidemos nunca. El cristiano debidamente formado podrá dar
testimonio de la fe en este mundo complejo.
¡Queridos catequistas! No
os canséis nunca de ser testigos de la
fe en las catequesis de la comunidad cristiana. Dejaos guiar siempre por el
Catecismo de la Iglesia Católica que es “un instrumento válido al servicio de
la comunión eclesial y es norma segura para la enseñanza de la fe (“Fidei
depositum”, 4). Nunca olvidéis que “en el centro de la catequesis encontramos
esencialmente una persona, la de Jesús de Nazaret, unigénito del Padre, que ha
sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con
nosotros (…) Catequizar es descubrir en la persona de Cristo el designio eterno
de Dios. Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las
palabras de Cristo, los signos realizados por él mismo”. Por eso, el fin de la
catequesis no es otro que “conducir a la comunión con Jesucristo, sólo él puede
conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos participes de la vida
de la Stma. Trinidad” (Beato Juan Pablo II, “Catechesi tradendae, 5).
5.- El diálogo fe y cultura
Hoy se pide a todos los
cristianos hacer gran esfuerzo:
evangelizar la cultura -inculturizar la fe. Ya sé que esto no es tarea fácil.
Os ruego que no os mostréis indiferentes ante esa llamada que nos hace la
Iglesia para superar y dejar atrás ese gran drama de la ruptura entre la fe y
la cultura de la que hablaba Pablo VI, como todos sabéis.
El beato Juan Pablo II dijo: “Por
medio de la inculturación la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas
culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su
misma comunidad; transmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que
hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro. Por otra parte, con la
inculturación, la Iglesia se hace signo más comprensible de lo que es e instrumento
más apto para la misión” (RM 52).
Benedicto XVI afirma a este respecto: “Cuando una cultura intenta
eliminar la dimensión del misterio definitivo y cerrar las puertas a la verdad
trascendente, inevitablemente se depaupera y cae presa -como el difunto Papa Juan Pablo II con tanta
claridad percibió- de interpretaciones
reduccionistas y totalitarias de la persona humana y de la naturaleza de la
sociedad” (Discurso a los Obispos de la CEC de los Estados Unidos de América
(I.II y III) en visita “ad limina” (26-XI-2011).
El reciente Sínodo de los Obispos afirma: “La
Nueva Evangelización exige una atención especial a la inculturación de la fe que pretende transmitir el Evangelio
desde la capacidad de valorizar lo positivo de todas las culturas,
purificándolas al mismo tiempo de los elementos que en estas fuese contrarias a
la plena realización de la persona, según el plan de Dios revelado en Cristo.
La inculturación implica un esfuerzo por hacer "encarnar el Evangelio en
las culturas de los pueblos" (Catecismo de la Iglesia Católica (CIC),
854). (propuesta 5)
6.- El cristiano ha de hacer la fe
operante por la caridad
La fe y el amor deben estar siempre unidos
porque «la fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un
sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan
mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto,
muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o
excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que
socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo.
Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del
Señor resucitado” (Porta Fidei,14). Estas palabras de Benedicto XVI nos invitan
a pensar que creer nos ha de conducir a amar, en primer lugar, a Aquel que se
entregó por nosotros; y en segundo lugar, a aquellos a quienes Él ama.
7.- La fe implica un testimonio y un
compromiso público
Constatamos hoy que un cierto
individualismo se está introduciendo en la vivencia de la fe de no pocos
cristianos. Ante esta situación, recordamos a todos que el testigo debe hacer
pública su fe porque de lo contrario podría
reducirse su fe a un mero sentimiento vago.
Las actitudes vergonzantes que ocultan o
disimulan la fe y que se descubren en personas que por oficio deben estar
siempre en el mundo de lo público, de la cultura, de la política, de los medios
de comunicación, de la empresa, de las finanzas etc. muestran una gran
debilidad de su fe.
Recordemos siempre las palabras del Señor
que nos dice: “el que se avergüence del Hijo del Hombre delante de los
hombres, también el Hijo del Hombre se
avergonzará de él ante su padre”.
No nos avergoncemos nunca del Señor ante
los demás. No silenciemos nunca el Nombre de Dios delante de los demás. Que podamos decir y
vivir todos lo que dijo y vivió San
Pablo: “No me avergüenzo del Evangelio por el que llevo cadenas”. En esta misma
dirección, Benedicto XVI afirma: “el cristiano no puede pensar nunca que creer
es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él.
Y este “estar con Él” nos lleva a comprender las razones por las que se cree.
La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la
responsabilidad social de lo que se cree” (…) Es el don del Espíritu Santo el
que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio haciéndolo franco y
valeroso” (Porta Fidei, 10).
1.- Acción de gracias e
invocación
Dentro de pocos instantes procederemos a
coronar la Imagen Bendita de Nuestra Señora de Gracia. Será un momento de
profunda emoción y gozo, largo tiempo esperado y soñado.
A todos os invito a que participéis en
este acto con profunda fe y amor a la Virgen, nuestra Madre bendita.
Esta bella Corona que voy a bendecir y
poner sobre la Cabeza de la Stma. Virgen María está hecha con materiales nobles
y dignos que habéis ofrecido todos y cada
uno. Nunca olvidéis que ellos son signos
claros y auténticos de vuestro cariño y devoción. Cada vez que contempléis la
Corona, renovad vuestra devoción filial a la Stma. Virgen.
Esta hermosa Corona que voy a bendecir y a
poner sobre la cabeza de Nuestra Madre es
signo de vuestra fe, esperanza y caridad.
- Fortaleced vuestra fe ante tantos signos de indiferencia religiosa que existen hoy y que amenazan la fe.
- Reavivad vuestra esperanza ante tanta desesperanza que existe hoy en nuestra sociedad y que siembra desánimo, desaliento…
- Fortaleced vuestra caridad para ayudar a tantos seres humanos como nosotros que sufren a causa de la violencia, del hambre, de las enfermedades.
Esta preciosa Corona, fruto de la
colaboración y participación de todos, nos recuerda que somos la Iglesia del
Señor que camina por estas hermosas tierras de nuestra Extremadura, también de
Membrio, a la Casa del Padre y, con la fuerza del Espíritu Santo, hace el bien a la humanidad, libera a los
hombres del pecado, consuela a los tristes… Os invito de nuevo a participar en
la vida y misión de la Iglesia que es “misterio de comunión en tensión misionera”
(Beato Juan Pablo II).
Esta magnífica Corona nos ha de recordar siempre que el camino que
recorrió María hacia su coronación por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
fue el camino de la humildad, de la entrega y del servicio. Aprendamos nosotros
a vivir en humildad ante Dios, de quien hemos recibido todo, y en servicio ante
los demás, nuestros hermanos…
2.- Súplica a la Virgen Santa María de Gracia
¡Ayúdanos, Santa María, a ser creyentes,
más creyentes, mejores creyentes!.
Encontramos a veces en los caminos del
mundo a no pocos que han perdido la fe
y se dejan llevar por la
increencia,
la indiferencia religiosa.
Todo esto nos duele y nos hace sufrir.
A veces, la tentación de dejar la fe puede asaltarnos…
¡Ayúdanos, Madre, a perseverar en el seguimiento
de tu Hijo Jesús, a no darle
nunca la espalda,
a no volver la vista atrás…
¡Ayúdanos, Madre,
a ser testigos de tu hijo Jesús en el mundo!
Que nos esforcemos todos en ayudar
a los que no creen en Dios para que lleguen a la fe.
"¡Señor, yo creo, pero aumenta mi fe".
“Una fe que
no forma, que no celebra, que no se vive y que no se testimonia, tarde o
temprano corre el riesgo de perderse”
En Cáceres, a 11 de febrero de 2013, Ntra. Sra. de
Lourdes.
Con mi bendición
+ FRANCISCO CERRO CHAVES
Obispo de CoriA-Cáceres
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